Yo quiero un Conde, que me pele y que me monde

Hoy he visto un artículo compartido en redes que nos habla acerca de los títulos nobiliarios.

El artículo expone que desde la Proclamación de Felipe VI como rey, en junio de 2014, no se ha concedido ningún título nobiliario. Pero no dice si el que Felipe de Borbón no haya otorgado ningún título va a ser una línea de actuación, o si es una simple curiosidad que cambiará con el tiempo.

Seguro que a muchos os surgen un montón de preguntas antes de pronunciaros:

Por qué se concede un título nobiliario

Los títulos nobiliarios son una dignidad otorgada por el Rey. Lo podemos comprobar leyendo el artículo 62 de la Constitución, que dice así: «conceder honores y distinciones con arreglo a las leyes», al enumerar las funciones del titular de la Corona.

En teoría, son muestras de reconocimiento sociales a una trayectoria llena de méritos en cualquiera de los ámbitos de la vida: laboral, social,…

Cómo se hace

Pues mediante un Real Decreto, firmado por el ministro de Justicia, que se publica en el BOE.

Qué título nobiliarios existen

Por esto orden:

Duque/Duquesa

Marqués/Marquesa

Conde/Condesa

Vizconde/Vizcondesa.

Barón/Baronesa

Señor/Señora

Todos estos títulos mencionados, desde Marqués hasta Señor, se pueden conceder con o sin Grandeza de España. Los hijos de las infantas e infantes son Grandes de España.

Además, existe el título de Caballero, también de origen medieval y que suele estar asociado a las órdenes militares o de caballería,… En la actualidad existen Corporaciones Nobiliarias y Órdenes del Reino. El título de Caballero siempre se concede sin Grandeza de España.

Qué clase de privilegios otorga el tener un título nobiliario

En la actualidad la posesión de un título de nobleza no supone ningún privilegio legal real, gracias a Dios lo del derecho de pernada y perversiones similares ha pasado a la historia. Desde hace ya décadas los títulos nobiliarios han quedado reducidos a su carácter honorífico y simbólico. El último privilegio fue suprimido en 1984 y era el derecho a pasaporte diplomático que poseían los Grandes de España.

Las sucesiones en los títulos las tramita el Ministerio de Justicia y el uso de los mismos está sujeto a impuestos. Un aspecto que ha cambiado, gracias a una ley aprobada en 2006, en la que se establece la igualdad entre el hombre y la mujer, es el de la antigua preeminencia del varón sobre la mujer a la hora de heredar estos títulos. Algo digno de mención.

Hoy mismo leía yo otro artículo compartido en redes del blog de «bocadosdemadriz» que hablaba de que los nuevos títulos nobiliarios eran los puestos de trabajo. Un post simplemente genial que nos acaba llevando a una cosa: la gestión del ego.

El verdadero problema no es la actualidad o no de los títulos nobiliarios, de los cargos honoríficos,… El verdadero problema es el mal uso de las herramientas que las estructuras sociales ponen a nuestro alcance.

Antes de lanzarnos a quemar Condes y Marqueses veamos si merece la pena gastar gasolina y cerillas.

Lo primero que debemos tener en cuenta es que los títulos nobiliarios tienen como fin premiar la excelencia. Aunque en algún momento de la historia puedan haber representado otra cosa

No es malo que haya nobles o distinciones especiales. Son elementos que nos sirven para premiar y distinguir, y para ordenar la sociedad y premiar a aquellos que obran con nobleza o que han trabajado denodadamente por una causa justa.

No voy a negar que hay títulos no merecidos o conseguidos de forma poco legítima, pero esto es igual para todos.

Hoy en día un título nobiliario no es más que algo honorífico. No debería ser molesto que existan. Me preocuparía mucho más por lo que decía el otro artículo «los puestos de trabajo», la necesidad de adornar y de inflar curriculum ante la imposibilidad de demostrar competencias.

Tal vez lo que nos debe molestar no es la importancia de si debe existir o no la nobleza, sino si los egos humanos modernos se nos descontrolan por otros caminos. Es cierto que es necesario reformar en las formas, valga la redundancia, pero antes de arrasar con todo debemos comprobar si nos gusta la idea de base y si en lugar de arramplar con ella podemos mejorarla. Porque hay que reconocer que todos no somos Miguel Delibes y apocos les amarga un marquesado…

 

 

 

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