Últimamente he oído hablar mucho de la necesidad de renovación en los actos protocolarios de las instituciones del Estado. Tras el acto de juramento, en la Sala de Audiencia del Palacio de la Zarzuela, del presidente del Gobierno y el de los 13 nuevos ministros, como tales.
Soy fan de la necesaria renovación, pero creo que como todo en la vida hay que tener cuidado con lo que se dice. El sentido común no es el más común de los sentidos y muchas personas que no entienden de la materia, aunque sean grandes profesionales en sus campos respectivos, escuchan y se ponen a opinar. No siendo que aparezca un “googlelizador” de esos de los que hablaba en el artículo anterior y se ponga a inventar cosas extrañas. Es lo que tiene vivir en el país de los tertulianos.
La modernización es buena, siempre y cuando la lleven a cabo profesionales.
Recordemos que la imagen que el Estado debe dar es de estabilidad, por eso la modernización y los avances en los eventos propios del mismo se da a otros ritmos y con prudencia. Admiro la prudencia y el respeto con los que se mueve nuestro Rey en este campo.
A nadie se le ocurriría decir que hay que tirar abajo el palacio de Versalles porque está “demodé”; esta es la razón por la que ponerse a criticar las alfombras y demás me parece absurdo. Especialmente cuando tengo que luchar cada día con gente que confunde el protocolo con la moda o la decoración de interiores.
Hay otro asunto que me ha llamado la atención, se trata del “tema de la Biblia y el crucifijo” y de “jurar o prometer”. La palabra jurar se define así: “Afirmar o negar algo, poniendo por testigo a Dios, o en sí mismo o en sus criaturas”. Por eso se jura sobre la Biblia y se promete sobre la Constitución.
Cuando alguien jura sobre la Biblia no jura que vaya a gobernar “al modo Cristiano”, es una cuestión interna, personal, de conciencia,… No me parece mal, igual que no me parecería mal que si fuese musulmán jurase sobre el Corán, judío sobre la Torá, o si fuese agnóstico sobre nada más que la Constitución. La idea es jurar o prometer el cumplimiento de la Constitución, la lealtad al Rey y guardar secreto de las deliberaciones del Consejo de Ministros, por eso el Rey está presente en el acto.
Si lo piensas bien lo que refleja es el respeto que en este país tenemos por las diferentes confesiones, que nos honra y del que debemos estar orgullosos. Vivir en un país con libertad de conciencia en el que uno no se tiene que esconder por su género, credo o condición social es una batalla que nos ha costado todo un proceso de transición.
Lo que es verdaderamente patético es hacer lista y encuestas señalando quién juro y quién prometió. Eso no es importante… ¡lo importante es que cumpla (y no por “cumpli-miento”).
Sobre esto ha escrito mi compañera Mª Carmen Portugal en su blog, de forma muy clara y aleccionadora, que muestra la pluralidad real de este país:
“Dejemos las cosa claras:
El artículo 16.3 no impide el uso de símbolos religiosos.
La presencia en actos oficiales de símbolos religiosos no afrenta a la aconfesionalidad del Estado.
El punto de vista personal sobre el uso de símbolos religiosos en ceremonias oficiales no es razón objetiva para su eliminación, ya que no se produce ninguna vulneración del derecho.”
Y aquí Obama jurando sobre la Biblia, su propia Biblia familiar.
Ahora os podría contar en qué consisten los actos paso por paso, pero eso lo vais a encontrar en muchos sitios y como es mejor ver en directo las cosas que te las cuenten, aquí tenéis un enlace donde verlo mejor (solo pincha sobre los títulos):
Mariano Rajoy jura como presidente del Gobierno. Que consiste en:
- Lectura del real decreto
- Jura
- Saludo al Rey
- Foto institucional de la ceremonia.
Los ministros del nuevo Gobierno de Mariano Rajoy juran o prometen sus cargo. Que consiste en:
- Lectura de los reales decretos de los nombramientos.
- Jura o promesa de los ministros.
- Saludo a Felipe VI.
- Foto institucional de la ceremonia.
Una respuesta a «¿Renovación o tradición?»
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