Los que nos dedicamos al protocolo, las RRII y la organización de eventos nos hemos preparado concienzudamente. Hemos estudiado tres, cuatro, cinco años,… como mínimo y nos reciclamos continuamente. Tenemos conocimientos de todas las áreas del protocolo: protocolo oficial, protocolo social, protocolo internacional, universitario, religioso, deportivo, militar, empresarial, de entidades locales,… Además de formarnos en diferentes aspectos del derecho, la seguridad, el marketing, la producción, la calidad empresarial, los recursos humanos, la gestión de equipos, la comunicación y redacción periodística, el diseño gráfico, la gestión de redes sociales, las tecnologías aplicadas, la seguridad, la responsabilidad social corporativa, la comunicación e identidad corporativa, la heráldica y el derecho premial…. ¡Ah! Y la hostelería, que es donde aprendemos lo de colocar los cubiertos, pero que no es protocolo.
Todas estas cualificaciones nos hacen ser capaces de tener una visión global de los actos y poder controlar y gestionar todo lo que se refiere a ellos. Nosotros no pretendemos ocupar el puesto de un periodista, a pesar de que sabemos redactar correctamente notas, dossiers y convocatorias de prensa. No pretendemos ocupar el puesto de un marketiniano, a pesar de saber elaborar un plan de marketing. No queremos ocupar el lugar de un jefe de producción, ni el de un responsable de seguridad… Cada profesional tiene su lugar, pero es cierto que la preparación en disciplinas afines nos permite afrontar de manera más eficiente el éxito en nuestro desempeño profesional.
El profesional de protocolo es aquel que planifica, supervisa y coordina los actos y al conocer todo lo que rodea a los mismos es capaz de discernir los tiempos y las necesidades de cada uno de los profesionales que intervienen en los mismos, optimizando el tiempo, el dinero y la fuerza humana de trabajo.
No es alguien que se limita a acomodar o a sonreír, sino que se adelanta de forma pro activa a todas y cada una de las necesidades reales o posibles del acto, para que se desarrolle de la manera más productiva y nos permita obtener la mayor rentabilidad económica y de reputación.
El protocolo social se compone de una serie de normas, reglas o conductas para moverse en sociedad. Estas normas no son las mismas que empleamos en el mundo empresarial, puesto que en este último se rige por normas cuyos criterios son más similares al protocolo oficial que al social. Es decir, las precedencias van en función del rango y no en función de cuestiones más sociales como son la edad y el sexo. Aunque las normas de urbanidad sean necesarias siempre.
Es por esta razón que para determinadas funciones se precisan profesionales formados y cualificados en cuestiones de protocolo que sepan diferenciar cada situación y posean la capacitación, prudencia, proactividad y eficiencia necesarias para que nuestros proyectos no fracasen.
Mi recomendación para todos aquellos profesionales de recursos humanos es informarse de las aptitudes que posee un protocolista real y los beneficios que aporta a la empresa. Así, permítanme recomendarles consultar con entidades como la AEP, Asociación Española de Protocolo si se les presentan dudas… ¡más vale prevenir que curar!
Una respuesta a «Protocolo e intrusismo»
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